jueves, 17 de septiembre de 2015

la vida consagrada

LA VIDA CONSAGRADA A LA LUZ DE APARECIDA

Vamos a acercarnos, en una mirada global, a lo que el Documento de Aparecida dice acerca de la vida consagrada.

1. La vida consagrada en A. L. de Medellín a Santo Domingo (1968-1992)

Para entender y juzgar las enseñanzas de Aparecida sobre la V. C. y sus orientaciones, es necesario dar una mirada al camino que ha recorrido teórica y prácticamente en los últimos cuarenta años en América Latina y El Caribe, condicionados por los desafíos de la realidad social y eclesial y religiosa.

1. 1. La Vida Consagrada en Medellín (1968)

La Conferencia de Medellín tuvo como tema: La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio. El período posconciliar marcó fuertemente la manera en la que Medellín presentó la vida religiosa en el documento dedicado a ella. Lo hizo desde la perspectiva pastoral.
Subrayó su misión profética de ser testimonio escatológico como “testigos de la Ciudad de Dios”. Eso no significa, afirmaba, que deje de encarnarse en el mundo real con sus problemas, sino que en medio de su compromiso por la transformación de la realidad debe siempre recordar el carácter transitorio y relativo de ésta. Al hablar de la vida contemplativa subrayó que ella se manifiesta de manera especial el testimonio del mundo futuro y que los contemplativos “con su vida de fe y abnegación invitan a una visión más cristiana del hombre y del mundo” (Religiosos, 5).
Se invita a los religiosos al “aggiornamiento” para que fieles a lo esencial, puedan ser un signo inteligible y eficaz dentro del mundo actual. La formación debe ser adecuada. La vida religiosa necesita insertarse dentro de la pastoral de conjunto de acuerdo con el carisma y las finalidades específicas de cada Instituto y de las prioridades pastorales.

1. 2. La Vida Consagrada en Puebla (1979)

El tema de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano fue La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. El Documento de Puebla se ocupa de la vida consagrada en la III parte, cuando menciona a los agentes de de comunión y de participación (nn.721-776). Comienza recordando la gran labor evangelizadora que los religiosos y religiosas han tenido en América Latina en el pasado y que prosigue en el presente. Señala como las grandes tendencias de la vida consagrada la experiencia de Dios, la comunidad fraterna, la opción preferencial por los pobres y la inserción en la Iglesia particular.
Desde el punto de vista doctrinal presenta la vida consagrada como un don del Espíritu a la Iglesia caracterizado por el seguimiento radical de Cristo expresado en la consagración a través de los votos que anuncian el proyecto de Dios y denuncian lo que se opone a él. Se insiste en la necesidad de una vida de oración y de fraternidad y en la fidelidad al propio carisma. En las opciones hacia una vida consagrada más evangelizadora se habla de una consagración más profunda para la que hay que formar a los nuevos candidatos; se propone el empeño por vivir la comunión en la propia comunidad y dentro de la Iglesia. Para ello deberán incursionar en el ampo de la cultura y en el campo misionero ocupando los puestos de vanguardia evangelizadora “en comunión fiel con sus pastores y con su comunidad y en fidelidad al carisma de su fundación”  (771).

1. 3.  La Vida Consagrada en Santo Domingo

La Conferencia de Santo Domingo se centró en la nueva evangelización, la promoción humana y la cultura cristiana. El Documento final, en su II parte: Jesucristo evangelizador viviente en su Iglesia, se ocupa de la vida consagrada en el capítulo primero, habla de los diversos carismas y ministerios al servicio de la evangelización (nn. 85-93).
El Documento comienza alabando el “testimonio heroico de muchas religiosas y religiosos que a partir de su singular alianza con Dios hace en todas las situaciones, hasta las más difíciles, la fuerza del evangelio” (n. 85). Pasa en seguida a presentar los votos en su dimensión pascual; insiste en que la primera acción evangelizadora ha de ser la del testimonio de vida que den las personas consagradas y de su servicio a los más pobres. Presenta a María como modelo para ellas.
Después de constatar los esfuerzos de renovación de la vida consagrada a partir del Vaticano II y bajo el impulso de Medellín y Puebla, señala la importancia y el papel de las conferencias de superiores mayores tanto par las religiosas y religiosos como para “la conveniente cooperación con los pastores de la Iglesia” (n.92).

2. La Vida Consagrada en el Documento de Aparecida (2007)

Quince años después de la Conferencia de Santo Domingo ha tenido lugar, en Aparecida, Brasil, la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y de El Caribe. Su tema fue: Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en él tengan vida” El contexto en que se celebró la asamblea fue ha sido el contexto de “un cambio de época cuyo nivel más profundo es el cultural, en el que se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios” (n. 44).
El Documento de Aparecida recobró el método ver, juzgar y actuar y, por ello, en el capítulo segundo de la primera parte, después de haber hablado de los discípulos misioneros, nos presenta la mirada de los discípulos misioneros sobre la realidad. Lo hace desde diversos ángulos: sociocultural, económico, sociopolítico, ecológico y de los pueblos indígenas y afrodescendientes. Son aspectos que se refieren a lo eclesial y a la situación de la vida consagrada en América Latina y El Caribe.
Entre los aspectos positivos se enumeran: un redescubrimiento de la dimensión profética de la vida religiosa y una inserción mayor de la vida religiosa en el pueblo de Dios.
La V Conferencia General no trató, como tampoco lo hicieron las anteriores, de elaborar un pequeño tratado teológico sobre la vida consagrada. Simplemente habló de ella dentro del gran tema de ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos tengan vida. Además de dedicarle un apartado dentro del capítulo V, en el que se habla de la comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia (nn. 216-224), menciona a los religiosos y religiosas en otros capítulos.
Ante todo, me ocuparé de enumerar esos lugares en los que se ocupa de la vida consagrada para pasar después a analizar las grandes líneas y pastorales que se pueden deducir de lo que allí se escribe.

3. 1.  Presencia de la vida consagrada en el Documento de Aparecida

En la primera parte del Documento, al tratar en el capítulo segundo la situación de nuestra Iglesia en esta hora histórica de los desafíos y, más en concreto de los esfuerzos pastorales orientados al encuentro con Jesucristo vivo y que han dado y siguen dando frutos, se alaban los esfuerzos de formación en todos los sectores de la Iglesia y se indican “las casas de formación para la vida consagrada”. Al mismo tiempo, se presenta como significativo “el testimonio de la vida consagrada, su aporte en la acción pastoral y su presencia en situaciones de pobreza, de riesgo y de frontera” y como fuente de esperanza “el incremento de vocaciones para la vida contemplativa masculina y femenina” (n. 99c). En el mismo número, se reconoce entre los que participan de la misión ad gentes a numerosos consagrados y consagradas (n. 99c).
Aparecida enumera, junto con los aspectos positivos en la vida de la Iglesia, lo que llama “sombras” y entre ellas, en forma exclusiva para los religiosos y religiosas, menciona “no pocas recaídas secularizantes en la vida consagrada influida por una antropología meramente sociológica y no evangélica” (n. 100b).
Es en la segunda parte del Documento, y precisamente en el capítulo quinto, donde se concentran las enseñanzas de la V Asamblea sobre la vida consagrada, pero ya antes del apartado dedicado a ella, se la menciona al hablar de la diócesis como lugar privilegiado de la misión. Al pedir a la diócesis “una acción pastoral renovada y vigorosa” que sepa hacer partícipes a los diversos carismas, se menciona también a “cada comunidad de vida consagrada” (n. 169).
Hablando de los presbíteros como discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor, los exhorta a vivir en comunión con su obispo, con los presbíteros y diáconos, religiosos, religiosas y laicos” 199). Otra mención de la vida consagrada se da cuando, al hablar a los párrocos, los invita a ser promotores y animadores de la diversidad de misionera y misión, porque “no basta la entrega generosa del sacerdote y de las comunidades de religiosos” (n. 202).
En los números 216-224, después de haber hablado de todas las vocaciones de discípulos misioneros, se ocupa de los consagrados y consagradas a quienes llama “discípulos misioneros de Jesús Testigo del Padre”, colocando su carisma especialmente centrado en el testimonio de vida. La doctrina y las orientaciones contenidas en ese apartado las podemos resumir de la siguiente manera:

  1. La vida consagrada es un don del Padre por medio del Espíritu a su Iglesia y es un elemento decisivo para su misión. Este don se expresa en las diversas formas que reviste a lo largo de la historia (n. 216).
  2. Es un camino de especial seguimiento de Cristo para ponerse a su servicio y al de los demás asumiendo la forma de vida que Cristo asumió: virginal, pobre y obediente (n. 216).
  3. Los consagrados y consagradas, en comunión con los Pastores, están llamados a ser espacios de anuncio explícito del evangelio, principalmente a los más pobres, como lo han hecho desde el inicio de la evangelización. Así colaborarán en la formación de cristianos discípulos misioneros y de una sociedad justa y humana (n. 217).
  4. La vida consagrada está llamada a ser experta en comunión dentro y fuera de la Iglesia. Su misión está inserta en la Iglesia particular y en comunión con el obispo. Para ello hay que crear cauces de colaboración y conocimiento mutuos (n. 218).
  5. Ante las serias tendencias de secularización que se dan también en la vida consagrada, los religiosos y religiosas están llamados a dar testimonio de la absoluta primacía de Dios y de su Reino y relativizar el poder, el tener y el placer a través de los votos que le dan su verdadero sentido” (n. 219).
  6. La vida consagrada está llamada a ser una vida mística y comunitaria; profética hasta la entrega de la vida en continuidad con la tradición de santidad y martirio de sus miembros y apasionada por Jesús-vida del Padre para servir a los últimos desde el propio carisma y espiritualidad (n. 220).
  7. De manera especial, América Latina y El Caribe necesitan de la vida contemplativa, testigo de que sólo Dios basta para llenar la vida de sentido y de gozo. Infunde con su oración un nuevo soplo de vida en la Iglesia y en el hombre actual (n. 221).
  8. El Espíritu sigue suscitando nuevas formas de vida consagrada en la Iglesia. Hay que discernirlas, apreciarlas, acogerlas y darles la formación inicial y permanente que requieren (n. 222).
  9. La CISAL, la CLAR y las Conferencias Nacionales de Religiosos y religiosas son estructuras de servicio y animación. Deben estar “en auténtica comunión con los Pastores  y bajo su orientación en un diálogo fecundo y amistoso (n. 223).
  10. Los pueblos de América Latina y El Caribe esperan mucho de la vida consagrada, especialmente de su testimonio y aporte para fundar en Cristo una nueva sociedad (n. 224).

La vida consagrada vuelve a aparecer en el documento cuando se exhorta a los miembros de la Iglesia a participar en organismos ecuménicos; cuando se destaca la comunión en la formación de los discípulos misioneros. “No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades, otras pequeñas comunidades y movimientos (n. 278d), cuando se habla de la necesidad del proyecto orgánico de formación aprobado por el obispo y elaborado teniendo en cuenta “todas las fuerzas vivas de la Iglesia particular: asociaciones, servicios y  movimientos, comunidades religiosas, pequeñas comunidades, comisiones de pastoral social y diversos organismos eclesiales…” (281). En ese proyecto cada sector del pueblo de Dios pide ser acompañado y formado de acuerdo con su peculiar vocación y ministerio. “Los consagrados y consagradas en el seguimiento radical de Cristo” (n. 282).
Más adelante, cuando el documento habla de la iniciación cristiana, pone de relieve que para renovarla se requiere tener “nuevas actitudes pastorales de parte de los obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y agentes de pastoral” (n. 291). El documento recuerda a los padres de familia el deber que tienen de ayudar a sus hijos a “descubrir su vocación de servicio, sea en la vida laical como en la consagrada (n.303); y tratando del mismo tema vocacional, hace notar que las pequeñas comunidades cristianas son “una fuente de vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y a la vida laical con especial dedicación al apostolado (n. 310).
Nuevamente vuelve a aparecer la vida consagrada cuando se habla de la pastoral vocacional y de las casas de formación religiosa. Se recomienda orar por las vocaciones y ante su escasez dar un cuidado especial a la promoción vocacional y la formación de las mismas (nn. 314-316). En el mismo apartado se subraya la importancia de contar con sacerdotes y consagrados “que nunca pierdan la conciencia de ser discípulos en comunión. Se concluye el tema de las casas de formación religiosa haciendo ver su utilidad para formar un laicado asociado: “las casas y centros de formación de la vida religiosa haciendo ver su utilidad para formar un laicado asociado: “lasas y centros de formación de la vida religiosa son también espacios privilegiados de discipulado y formación de los misioneros y misioneras, según el carisma propio de cada instituto religioso” (n.327). Al ocuparse de las universidades y centros superiores de educación católica, la V Conferencia agradece el servicio invaluable que prestan en la promoción humana y en la evangelización y alienta, entre otros, a las congregaciones religiosas a proseguir en esa misión (n. 346).
En la tercera parte del documento, en el capítulo siete, que está dedicado a la misión de los discípulos al servicio de la vida plena, al pedir a todas las estructuras eclesiales que renueven su espíritu misionero, menciona también a las comunidades religiosas (n. 365). En el proceso de acompañamiento espiritual que se debe dar a los adolescentes y jóvenes, entre las posibles opciones vocacionales hay que proponer la de la vida consagrada (446c). Se agradece el trabajo que vienen realizando religiosas, religiosos y voluntarios al servicio de los ancianos (n. 450). Para que la cultura de la vida, su proclamación y defensa puedan hacerse más eficazmente, se recomienda que “presbíteros, diáconos religiosos y laicos accedan a estudios universitarios de moral familiar, cuestiones éticas y, cuando sea posible, cursos de más especializados de bioética (n. 469b). Al ocuparse el documento de la pastoral urbana, sugiere desarrollar un plan orgánico y articulado “que integre en un proyecto común a las parroquias, comunidades de vida consagrada, pequeñas comunidades, movimientos e instituciones que inciden en la ciudad y que su objetivo sea llegar al conjunto de la ciudad (n. 518b). En la conclusión del documento, al recordar a invitación del Papa a una misión evangelizadora que convoque a todas las fuerzas vivas, menciona explícitamente a religiosos y religiosas que son enviados como misioneros “sobre todo entre las casas de las periferias urbanas y del interior” (n. 550).

3. 2. Síntesis doctrinal y pastoral de la presencia de la vida consagrada en el Documento de Aparecida.

En cuanto al Documento, como lo hicimos notar, se habla de la vida consagrada dentro del gran tema de ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida. No se puede esperar que el documento haga un pequeño tratado teológico sobre la vida consagrada. Es, sin embargo, significativo el lugar en el que se coloca a los religiosos y religiosas, y la forma en la que son presentados.
- Perspectiva global: los consagrados y consagradas son mencionados en último lugar entre los discípulos misioneros (216-224). Antes se habla de los obispos. Presbíteros, párrocos, diáconos permanentes, laicos y laicas. Subraya su papel de ser “testigos del Padre”, es decir, de dar testimonio de vida. Esta vida consagrada es un don del Padre por medio del Espíritu. Es decir, entra dentro de los carismas que Él comunica, y “es un elemento decisivo para la misión de la Iglesia”. Pone de relieve con especial énfasis, entre las sombras de la vida de la Iglesia: “no pocas recaídas secularizantes en la vida consagrada influida por una antropología meramente sociológica y no evangélica”  (100b). Por otro lado habla de la necesidad de que la vida consagrada sea mística, comunitaria y profética “hasta la entrega de la vida en continuidad con la tradición y martirio de sus miembros” (n. 220). Se recuerdan las nuevas formas de vida consagrada que hay que discernir, apreciar y formar. Hay que orar por las vocaciones a la vida consagrada y favorecer una conveniente promoción vocacional. La vida contemplativa es valorada por su testimonio del absoluto de Dios y por su vida de oración apostólica.
- Consagración: la vida consagrada es un camino de especial seguimiento de Cristo a través de una vida virginal, pobre y obediente como la de Él. Los votos los convierten en testigos de libertad frente a los bienes (pobreza), frente a la erotización y canalización de las relaciones (castidad) y frente a una realidad que relativiza el valor de Dios (obediencia). Por su consagración están llamados a dar testimonio de la absoluta primacía de Dios y de su Reino.

- Comunión: El documento insiste en que la vida consagrada está llamada a ser experta en comunión dentro y fuera de la Iglesia. Se concibe la comunión dentro de la Iglesia como subordinación a los obispos; incluso cuando habla de la CLAR y de las Conferencias nacionales de religiosos y religiosas se subraya que actúan bajo la orientación de los Pastores. Sólo de ese modo se da el diálogo fecundo y amistoso.

Misión: como es natural en un documento pastoral, el de Aparecida se ocupa sobre todo de la misión de los religiosos y religiosas.  Vuelve a repetir que, en el desempeño de su misión evangelizadora, deben estar en comunión con los Pastores en el sentido de subordinación. Están llamadas a ser espacios de anuncio explícito del evangelio, principalmente anunciado a los más pobres, como lo hicieron desde el inicio de la evangelización.
Ha sido significativo en este sentido el aporte de la vida consagrada y su testimonio en la acción pastoral y su presencia en situaciones de pobreza, de riesgo y de frontera, en las periferias urbanas  del interior. El trabajo pastoral de los religiosos y religiosas debe orientarse, según el carisma de cada Instituto, en la colaboración de la formación de cristianos  discípulos y misioneros para lograr una sociedad justa y humana. Un lugar importante para la formación son las universidades y centros superiores de educación católica. Finalmente, la vida consagrada está llamada a participar en organismos ecuménicos y dar importancia a su formación universitaria y permanente.

Conclusión

El Documento de Aparecida,  a pesar de haberse centrado especialmente en el aspecto pastoral y misionero de la vida consagrada, no ha dejado de recordar ciertos aspectos importantes en la consagración y la comunión de los religiosos y religiosas.
Benedicto XVI en el discurso inaugural de los trabajos de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, al dirigirse a los religiosos, religiosas y consagrados, puso de relieve la necesidad que la sociedad latinoamericana tiene de su testimonio, que aparece de una manera diferente de vivir con sentido y de recordar que el reino de Dios ya ha llegado y de que, si nos abrimos a Dios, la justicia y la verdad son posibles.
También los invitó a seguir trabajando con generosidad, incluso con heroísmo, para que en la sociedad reine el amor, la justicia, la bondad, el servicio y la solidaridad, según el carisma de los fundadores. En nombre de la Iglesia de América Latina dio las gracias por “el gran trabajo que habéis realizado a lo largo de los siglos por el evangelio de Cristo a favor de vuestros hermanos, sobre todo de los más pobres y marginados”. Invitó a los religiosos y religiosas a colaborar siempre con los obispos trabajando unidos a ellos, que son los responsables de la pastoral y los exhortó a la obediencia sincera a la autoridad de la Iglesia. Concluyó exhortándolos a tener como objetivo único la santidad, de acuerdo con las enseñanzas de sus fundadores.
Podemos entonces afirmar que de las 554 numerales del Documento de Aparecida, la vida consagrada aparece de manera explícita en 31 numerales, esto es en el 5.6% del Documento.

Para terminar, preguntémonos: ¿qué aporta Aparecida a la vida religiosa de América Latina y El Caribe?
Considero que a partir de una actitud sencilla y humilde, desde nuestras limitaciones y sombras, pero igualmente desde nuestros alcances y luces, podemos sentirnos satisfechos por el aporte que la vida religiosa ha hecho en todo lo que ha significado el antes, durante y después de Aparecida. El trabajo realizado en cada una de las Conferencias nacionales de vida religiosa, como a partir de la CLAR para contribuir de manera no sólo acertada sino sustancial y profética ante el Documento de participación, movilizó desde nuestra consagración todo nuestro sentido de compromiso y solidaridad con nuestro pueblo latinoamericano y caribeño, de donde provenimos y a quienes servimos.
Son muchos los religiosos y las religiosas que han contribuido y aportado a la realización  de esta V Conferencia del episcopado latinoamericano y del Caribe. Hombres y mujeres del pueblo que desde su vocación y carismas específicos como hombres y mujeres de Dios han sabido aportar desde su pobreza y riqueza, su identidad y profesión, su idiosincrasia y misión, desde la inserción en sus lugares de origen como su visión universal de Iglesia.
Religiosos y religiosas que como discípulos misioneros de Jesucristo han respondido de manera desinteresada y comprometida con este acontecimiento eclesial, somos parte de una Iglesia que nos necesita, somos don de Dios que ha de entregarse.                                                                                                                                                                        
En Aparecida hemos sido testimonio de nuestra consagración si hemos pasado desapercibidos para los poderosos e importantes de este mundo y hemos sido significativos para los pequeños; si nuestro aporte se ha realizado para hacer presente el Evangelio y no para adular a las temáticas imperantes; si se ha trabajado por recuperar una fe viva en la persona de Jesucristo, en el deseo de transformar las estructuras y convertir los corazones a partir de la vivencia del Misterio pascual que nos lleva a encarnar los valores del reino.








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