jueves, 10 de septiembre de 2015

mandamientosdel amor al prójimo




                                                                                 









LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS: AMOR AL PRÓJIMO

1. EL CUARTO MANDAMIENTO
 a) La familia nace del amor
El cristiano conoce  por la Biblia y las enseñanzas de la Iglesia  cuál es el plan de Dios  sobre el matrimonio y la familia.

En efecto, en la primera página de la Biblia se lee que el ser humano aparece en matrimonio. Adán y Eva son creados por Dios  “el uno para el otro”: “Dios los bendijo y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, poblad la tierra…” (Gén.1,26-28)

El fundamento de la familia  está en la mutua atracción  que Dios ha puesto entre el hombre y la mujer y en la capacidad que les ha dado para engendrar hijos. Esa atracción pasa del plano general  al particular cuando un hombre y una mujer se aman y deciden unir  sus vidas para siempre y formar una familia.

Y es también el amor entre los esposos el que da origen a los hijos y el que vincula a los hermanos  entre sí, frutos todos ellos del amor de sus padres.
El amor de los esposos está, por lo tanto, en el origen de la familia, de cada familia, y ese amor  Dios lo bendice  y consagra con el sacramento del matrimonio en el caso de la familia cristiana.

b) La relación de los padres con los hijos.

La paternidad y la maternidad humanas  son como una participación  en la paternidad divina. Por eso se dice  que, para los hijos, los padres representan a Dios. En ello se fundamenta  el honor que los hijos deben a sus padres.

La formulación del cuarto mandamiento, que dice así: “Honra a tu padre y  a tu madre, como te lo ha mandado Yahvé  tu Dios, para que se prolonguen tus días  y seas feliz en la tierra que Dios te da” (Dt. 5,16).

El término honrar tal como aparece en la Biblia, abarca actitudes como el amor, la gratitud, el respeto y la obediencia. Así el Levítico dice: “Respete cada uno a su madre  y a su padre. (Lev.19, 3). Y el libro de los Proverbios: “Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre. Tenlos  atados siempre a tu corazón, enlázalos a tu cuello; en tus pasos ellos serán ti guía; cuando te acuestes, velaran por ti; conversaran contigo al despertar. (Prov. 6,20-22).

En el Nuevo Testamento  se reiteran estos mismos preceptos  aún con mayor exigencia. El Evangelio de San Lucas nos revela  que Jesús, siendo Dios, “estaba sujeto” a María y a José (Lc.2, 51). Y San Pablo enseña “Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es agradable al Señor” (Col. 3,20).

Los deberes de los hijos, auque de forma diferente, continúan cuando sus padres son mayores. En la medida en que puedan, deben prestarles ayuda en los años de vejez, en sus enfermedades y en los momentos de soledad o de abatimiento. (CIC. 2218)

c) Deberes de los padres

Los padres deben recibir con amor a los hijos que Dios les envíe y tratar de educarlos lo mejor posible. Ellos son, por ley natural, los primeros y principales educadores  de sus hijos. Los padres cristianos  reciben, además, en el sacramento del matrimonio una especial ayuda de Dios para educar cristianamente a sus hijos.

Los principales deberes de los  padres respectos a sus hijos  son:
  1. Alimentarles desde que nacen hasta que puedan valerse por sí mismos.
  2. Educarles en los valores humanos  con su ejemplo y su palabra: en el amor, el respeto, el dominio de sí, la sinceridad, el espíritu de servicio y de solidaridad, etc.
  3. Educarles en la fe, enseñando a sus hijos  a rezar y descubrir su dignidad de hijos de Dios.
  4. Corregirles cuando sea conveniente, para enseñarles a elegir y no desviarse por el camino del mal.
  5. Respetar el derecho de los hijos a elegir su profesión y su estado de vida al llegar a la edad oportuna.
2. EL QUINTO MANDAMIENTO

La vida humana es sagrada porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término. Por eso, nadie puede atentar contra la vida de un ser humano inocente. En esta sección resumiremos lo que nos quiere decir el quinto mandamiento porque  este tema se tratará con más detenimiento en otra sesión.

No matarás
La Sagrada Escritura nos enseña  cómo después del primer pecado, la ira y la violencia  se hacen presentes entre  los seres humanos. La muerte de Abel a manos de Caín es la mejor muestra  de esa triste situación.

Dios reprocha a Caín este crimen: “¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gén.4, 10-11). Con estas y otras palabras, la Biblia nos revela  que sólo Dios es dueño de la vida y que, por ello, toda vida es sagrada. El hombre y la mujer no tienen dominio absoluto sobre su vida, sino que han sido hechos  por Dios administradores  responsables de ella.

La defensa de la vida humana  se fundamenta en el hecho de que el hombre es imagen de Dios. Por eso, Dios es el quinto mandamiento  defiende la vida humana con el precepto: “No matarás”.

El quinto mandamiento considera como pecados especialmente graves el homicidio, el aborto, la eutanasia, la guerra injusta, el terrorismo, etc.; es decir, todo aquello que desprecia, maltrata o acaba con la vida humana.

Jesús nos enseñó en el Sermón de la Montaña que, además del respeto a la vida, el cristiano tiene el deber rechazar el odio, la venganza, la ira, el rencor.. y todas aquellas actitudes que se oponen al mandamiento del amor. (Mt. 5,21-26)

3. SEXTO MANDAMIENTO

a) Concepto cristiano del cuerpo.
El cristiano tiene una concepción extraordinariamente positiva  del cuerpo humano. Veamos algunas de sus razones:
  1. Jesucristo el Hijo  eterno de Dios, se ha hecho verdadero hombre  y tiene un cuerpo como el nuestro por toda la eternidad.
  2. maría engendró en su cuerpo virginal al Hijo de Dios hecho hombre, dándole su carne y su sangre.
  3. El cuerpo de Jesús, muerto en la cruz, resucitó lleno de gloria  y subió al cielo.
  4. Cada cristiano, desde el bautismo, es una “criatura nueva” y su cuerpo es templo de Dios  (Icor. 6,19) por la gracia santificante  que recibimos en ese sacramento. Se puede decir que Dios vive en cada uno de nosotros mientras no echamos por el pecado mortal.
  5. Por último, nuestro cuerpo está destinado a la resurrección , siguiendo a Jesús resucitado y glorioso (ver I Cor.15, 20-25)

b) “Hombre y mujer los creó…”
Desde la primera página de la Biblia el hombre y la mujer son presentados en pareja y con mutua atracción afectiva. (Gén.2,23). La doctrina moral católica sobre la sexualidad se puede formular en estos tres principios:
  1. Valor positivo de la sexualidad: la Biblia insiste en el valor positivo de la sexualidad: “Dios creó al hombre a imagen suya… hombre y mujer los creó. Y Dios los bendijo diciéndoles: “Sed fecundos y multiplicaos”. Y vio Dios que todo lo que había hecho era bueno” (Gén. 1,27-31). El plan de Dios, incluía, naturalmente, las relaciones sexuales entre esposos. La sexualidad, por tanto, es una realidad buena en sí misma y ordenada al matrimonio.
  2. Requiere autodominio: La sexualidad humana __ precisamente por ser “humana” – ha de estar orientada por la razón y sometida a la voluntad. Esto significa que se requiere un autodominio sobre la propia sexualidad. De lo contrario, acabaría siendo  una pasión instintiva como en los de los animales. Para alcanzar eses autodominio se precisa la ayuda de la gracia de Dios, que recibimos especialmente en los sacramentos.
  3. Abierta a la procreación: La Biblia nos cuenta que Dios bendijo al primer hombre y  a la primera mujer y le dijo: “Sed fecundos y multiplicaos” (Gén. 1,28). Esto significa que, según el plan de Dios, el ejercicio de la sexualidad humana entre el hombre y la mujer debe estar  abierto a la procreación. Por eso, la moral católica enseña que el uso lícito de la sexualidad se da  exclusivamente en el matrimonio.

c) La virtud de la castidad
Jesucristo dijo: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt. 5,8).  Y San Pablo añadió: “La voluntad de Dios  es vuestra santificación: que  os abstengáis  de la fornicación y que cada uno sepa guardar su cuerpo en santidad y honor” (I Tes. 4,3-6).
La virtud de la castidad es la que ordena las tendencias sexuales en el hombre y la mujer según la voluntad de Dios.
Dios  ha dotado al ser humano de inteligencia y de voluntad libre: en esto se distingue de los animales, que siguen ciegamente a la ley de su instinto.
Cuando los seres humanos  no viven la castidad se degradan a la altura de las bestias, se corrompen  las costumbres, se pierde la verdadera alegría, se debilita la fe , se llega a cometer  verdaderos crímenes como, por ejemplo, el aborto.
La virtud de la castidad, por el contrario, mantiene limpias  las costumbres, el matrimonio, el noviazgo, las diversiones y da a quienes la viven una alegría verdadera. Sólo los limpios de corazón verán a Dios. Y esta es la meta máxima a la que puede aspirar el ser humano.

4. SEPTIMO MANDAMIENTO
a) “No robarás”
El decálogo formula  este mandamiento con el imperativo “no robarás” (Dt. 5,19)): Y San Pablo sentencia: “ni los ladrones, ni los avaros… ni los rapaces heredaran el Reino de Dios” (I Cor. 6,10)

Dios entregó la creación  entera para el servicio del hombre y de la mujer (Gén. 1,28-31). Por ello todos los bienes  están para el uso y beneficio de la humanidad. Pero el “uso” no permite el “abuso”.
Al decir Dios  “no robarás” acepta el derecho que tiene el ser humano a poseer cosas propias  y prohíbe que se lesione la propiedad legitima. Robar es apoderarse del bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño. El pecado de robo, para ser perdonado, exige la restitución  de lo robado. También hay que  restituir  si se daña injustamente un bien ajeno.
Sin embargo, el derecho de propiedad privada no tiene un carácter absoluto. La doctrina moral católica enseña que los bienes de la tierra  han sido creados por Dios para el bien de todos los seres humanos. Por tanto, cuando hay un litigio  entre el derecho a la propiedad privada y a la función social de la propiedad debe prevalecer este último principio sobre el anterior.

b) La doctrina Social de la Iglesia
Es u hecho constatable  que una minoría goza de la mayor parte de los bienes creados por Dios, mientras que la mayoría de los seres humanos  sufre necesidades e incluso bastantes se mueren de hambre. Tal situación  la describe así  el Papa Juan Pablo II: “Este es el cuadro: los pocos que poseen mucho… y los muchos que poseen poco o nada”. Este orden social es injusto y la jerarquía de la Iglesia  lo denuncia como contrario a los planes de Dios.

La doctrina Social de la Iglesia es aquella parte de la moral católica que promueve la dignidad de la persona humana y un más justo reparto de los bienes de la tierra. Esta doctrina es una constante  llamada a la solidaridad entre todos los hombres y naciones del mundo.
La persona humana es el centro y el fin  de la doctrina social de la Iglesia porque tanto la economía  como la política han de estar dirigidas a dignificar la persona y la vida humana.

Hay personas que opinan que la Iglesia no debería hablar sobre economía, política o justicia social. Pero esas personas están equivocadas, pues la jerarquía de la Iglesia tiene el deber de hablar sobre estas cuestiones, no en el aspecto técnico, sino para emitir juicios morales cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas.

5. OCTAVO MANDAMIENTO

 
a) Amar la verdad
En el Antiguo Testamento  Dios se revela  con frecuencia como autor de la verdad. El Evangelio enseña de Jesucristo que estaba “lleno de gracia y de verdad” (Jn.18, 37); y añade de sí mismo: “Yo soy la verdad” (J. 14,6)

Conforme a esta doctrina, Jesús enseña que sus discípulos, en la medida en que creen en Él, deben regirse por este principio moral: “Sea vuestro sí, sí; y vuestro no, no (Mt. 5,37)

Finalmente,  Jesús  pide a su Padre  que sus seguidores “sean santificados en la verdad” (Jn. 17,17), y lanza esta sentencia  que adquiere perenne actualidad: “La verdad os hará libres”  (Jn. 8,31-32)

Por consiguiente, el cristiano tiene obligación  de buscar la verdad, amarla, defenderla y extenderla o comunicarla. Y, por el contrario, ha de evitar la mentira, la difamación y la calumnia, que son pecados  contra el octavo mandamiento  que ofenden a Dios y hacen daño al prójimo. Para que la mentira que ocasiona un mal – la difamación o la calumnia – pueda obtener el perdón, se exige  la reparación  del daño cometido.

6. NOVENO MANDAMIENTO
 

TENER UN CORAZÓN PURO

El noveno mandamiento dice así: “No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

Jesús santificó el amor entre el hombre y la mujer con el sacramento del matrimonio y nos enseñó que todas las relaciones  sexuales han de ser  honestas. Por eso condenó los pecados internos  contra la virtud de la pureza. “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio en su corazón” (Mt.5, 28). Y, lógicamente, el mismo precepto obliga a la mujer respecto del varón.

La moral cristiana, al condenar los pensamientos y deseos impuros, tiene en cuenta la psicología humana, pues en el interior del ser humano  se inicia el desorden moral. Jesús enseñó que “del fondo del corazón  nacen los malos pensamientos…, los adulterios, las  fornicaciones… (Mt.15, 10-20)
Cuando Jesucristo condena  los malos pensamientos  y los deseos deshonestos, intenta elevar al hombre y a la mujer ayudándoles a purificar el corazón, pues el desorden interior  conduce al pecado exterior. Y con la bienaventuranza de “los limpios de corazón” enseña que la pureza de corazón nos alcanzará el ver a Dios y nos da desde ahora la capacidad de ver, según Dios, todas las cosas.

7. DECIMO MANDAMIENTO

 
 SER “POBRES DE ESPÍRITU”
El décimo mandamiento dice: “No codiciarás los bienes ajenos”. Los bienes terrenos son buenos y necesarios para que el hombre y la familia vivan con dignidad. Pero en el corazón mismo0 del hombre existe un deseo desordenado de poseerlo, de forma que, si no se vive  el “espíritu de pobreza”, ese deseo es insaciable.

Por eso Jesús afirma  que “es muy difícil que los ricos se salven” (Mt.19,23). Con estas palabras, Jesús se refiere a los que tiene su corazón  puestos en la riqueza. Con estas palabras tan fuertes, Jesús advierte  a sus seguidores del riesgo de ambicionar muchos bienes  materiales.

San Pablo advierte  a los cristianos  que estén precavidos  contra el deseo desmesurado de riqueza, pues se pega al corazón y llega a convertirse en un ídolo. (Col. 3,5)

El cristiano en el uso de los bienes  de la tierra ha de tener a la vista esta advertencia  del Señor: “No se puede servir  a dos señores: a Dios y a las riquezas” (Mt. 6,24). Y recordar siempre que Jesús llamó bienaventurados  a los “pobres de espíritu” (Mt.5, 3)


BIBLIOGRAFIA




1.          Asociación de editores del catecismo.
2.          Concilio Vaticano II.
3.          Ediciones Paulina
4.          Fernández, Aurelio
5.          Juan Pablo II
6.          Pronafcap UNCP. 2009

Catecismo de la Iglesia católica. Madrid –España 1993
14º Edición. España 1986.
Biblia Latinoamericana XXI edición
Moral Católica. Madrid.2000
Veritatis Splendor





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La crisis actual es una crisis de la verdad sobre el hombre”

Artículos de SS. Benedicto XVI
Teología moral



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