DONES DEL ESPÍRITU
SANTO
Los cristianos que creen en la existencia del
Espíritu Santo abrazan un concepto llamado dones del Espíritu Santo, que se
presentan en 1 Corintios 12:7-11. Los dones espirituales son diferentes a los
talentos naturales. Los dones espirituales de conocimiento, sabiduría,
profecía, fe, sanidad, milagros, discernimiento de espíritus, habla de
diferentes lenguas y la interpretación de lenguas son habilidades especiales
impartidas por el Espíritu Santo de Dios. No tienen la intención de llamar la
atención hacia lo personal y la alabanza, sino más bien para ayudar al receptor
a construir a otros cristianos y fortalecer su fe.
El don de sabiduría
El don de la Sabiduría ilumina la mente para discernir y apreciar las
cosas de Dios, ante las cuales los gozos de la tierra pierden su sabor,
mientras la Cruz de Cristo produce una divina dulzura, de acuerdo a las
palabras del Salvador: “Toma tu cruz y sígueme, porque mi yugo es dulce y mi
carga ligera”.
El don de la inteligencia (Entendimiento)
El don de la Inteligencia es una gracia del Espíritu Santo para
comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas.
El don de Consejo
El don del consejo ilumina la conciencia en las opciones que la vida
diaria le impone, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que
conviene más al alma.
El don de Fortaleza
Por el don de Fortaleza el alma se fortalece ante el miedo natural y
soporta hasta el final el desempeño de una obligación. La fortaleza le imparte
a la voluntad un impulso y energía que la mueve a llevar a cabo, sin dudarlo,
las tareas más arduas, a enfrentar los peligros, a estar por encima del respeto
humano, y a soportar sin quejarse el lento martirio de la tribulación aún de
toda una vida. “El que persevere hasta el fin, ese se salvará”(Mt 24,13).
El don de la ciencia
El don de la Ciencia nos da a conocer el verdadero valor de las
criaturas en su relación con el Creador. Logra descubrir el sentido teológico
de lo creado, viendo las cosas como manifestaciones verdaderas y reales, aunque
limitadas, de la verdad, de la belleza, del amor infinito que es Dios, y como
consecuencia, se siente impulsado a traducir este descubrimiento en alabanza,
cantos, oración, acción de gracias.
El don de la Piedad
El don de la Piedad sana
nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios
como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre.
Clamar ¡Abba, Padre! Extingue en el corazón aquellos focos de tensión y
de división como son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con
sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón.
El don del Temor de Dios
El don del temor nos
suscita temor de ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra debilidad.
Sobre todo: temor filial, que es el amor de Dios: el alma se preocupa de no
disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de “permanecer” y
de crecer en la caridad (cfrJn 15, 4-7).
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