PERSECUCIÓN DE LA IGLESIA
MARTIR: La palabra “mártir”
evoca al que muere en medio de suplicios, Pero, además, esta palabra de parte
de la traducción griega significa “testigo”
El mártir atestigua su fe en Jesús como único Señor excluyendo a cualquier
otro, aunque sea el Emperador. El cristiano no corre al encuentro del martirio, aunque haya ocurrido
eso.
Puede huir de la persecución, pero cuando es detenido, da testimonio hasta
el fin, siguiendo a Jesús incluido en su pasión y muerte. El mártir se identifica entonces con
Jesús.
Nuestros primeros mártires fueron San
Pedro y San Pablo
Primera persecución, bajo Nerón, alrededor del año 64: A
Nerón el pueblo le atribuyó el incendió Roma; para escapar a la ira de la
población, se le ocurrió culpar a los cristianos de este crimen. Fueron
detenidos los cristianos de Roma y muchos fueron crucificados en el monte
Vaticano, en las cercanías de Roma. San Pedro y san Pablo murieron en esta
persecución.
Segunda persecución, bajo Domiciano, alrededor del año 95: Este
emperador tuvo fama de cruel y tirano en vida.
Tercera persecución, bajo Trajano, alrededor del año 107: El
papa san Clemente fue una de sus primeras víctimas; Simeón, segundo obispo de
Jerusalén, fue crucificado; san Ignacio, obispo de Antioquía, fue arrojado a
los leones en el anfiteatro de Roma.
Plinio el Joven, gobernador de la provincia de Bitinia,
envió al emperador Trajano un excepcional informe acerca de los cristianos, en
el cual decía: «Se reúnen en ciertos días antes del amanecer para cantar himnos
de alabanza en honor a Cristo, su Dios; toman juramento de abstenerse de
ciertos crímenes y comen de un alimento corriente pero inocente»
(presumiblemente alude a la comunión eucarística).
Esta persecución continuó bajo Adriano, quien condenó a
santa Sinforosa y a sus siete hijos a la muerte. Profanó los lugares sagrados
de Jerusalén, y erigió estatuas de dioses paganos en el lugar del calvario y
sobre el sepulcro de Jesucristo.
Cuarta persecución, bajo Marco Aurelio, cerca del año 167: San
Policarpo, discípulo de san Juan y obispo de Esmirna, sufrió martirio en la
hoguera a los 86 años de vida. La persecución fue muy dura en Lyon y Vienne
(Francia), donde fueron martirizados san Potino, primer obispo de Lyon, y
Blandina, un joven esclavo.
Quinta persecución, bajo Septimio
Severo,
alrededor del año 202.: A pesar de que este emperador había sido curado por un
cristiano, se volvió en contra de ellos. San Clemente de Alejandría dijo de
esta persecución: «Todos los días se queman y crucifican mártires antes
nuestros ojos». San Ireneo sufrió en Lyon, santa Perpetua y santa Felicidad en
Cártago.
Sexta persecución, bajo Maximino, alrededor del año 236: Por
razón de muchos terremotos, que los paganos atribuían al olvido de sus dioses,
se demandó otra persecución de los cristianos al grito de «¡Los cristianos a
los leones!». Dos papas, Pontiano y Antero, y muchos otros, sufrieron martirio.
Séptima persecución, bajo Decio, cerca del año 250: Fue la
persecución más sangrienta y sistemática hasta el momento porque quería
terminar con la Iglesia matando a sus líderes, por lo que se dirigió
especialmente contra los obispos y el clero. El emperador Decio la decretó con
la excusa de que el cristianismo y el Imperio romano nunca podrían
reconciliarse. Entre las víctimas se encuentran las vírgenes santa Águeda y
santa Apolonia.
San Cipriano escribió entonces que: «El emperador Decio
se había vuelto tan celoso de la autoridad papal que dijo: «Prefiero tener un
rival en mi imperio que escuchar de la elección del sacerdote de Dios (san
Cornelio) en Roma».
Octava persecución, bajo Valeriano, cerca del año 258: En Roma,
el papa Sixto II y su diácono, san Lorenzo, fueron martirizados. Cuando se le
pidió los tesoros de la Iglesia, san Lorenzo reunió a los pobres y los enseñó a
su perseguidor diciendo: «He aquí los tesoros de la Iglesia». San Lorenzo murió
asado en una parrilla.
En útica, áfrica, 153 cristianos fueron arrojados a las
fosas y cubiertos con cal viva.
Novena persecución, ordenada por el
emperador Aureliano,
y que llegó a fin prematuro a causa de la muerte violenta de éste.
Décima persecución, bajo Diocleciano, alrededor del año 303:
Superó a todas las demás en violencia y crueldad. San Sebastián, tribuno de la
guardia imperial, sufrió una muerte lenta al ser ejecutado con flechas. Santa
Anastasia, la joven santa Inés de Roma, santa Lucía de Siracusa y muchas otras
vírgenes consagradas obtuvieron el laurel del martirio. Santa Catalina, virgen noble
y culta de Alejandría que reprochó al césar Majencio por su crueldad contra los
cristianos y que refutó a los filósofos paganos de su corte, murió por la
espada.
Las persecuciones acabaron en el año 311 mediante el
Edicto dictado por el emperador Galerio por el que se permitía tolerancia al
cristianismo, mediante el cual se reconoce a los cristianos libertad para
practicar su religión y construir iglesias. Por su parte en el año 313 los
Emperadores Constantino y Licinio promulgaron el llamado Edicto de Milán por el
que se daba libertad al cristianismo. Desde ese momento la Iglesia pasó a
considerarse una relligio
licita y recibió reconocimiento jurídico por parte del Estado.
No cesaron ahí las persecuciones, pues en diversas partes
del Imperio hubo nuevas persecuciones. Entre ellas destaca la persecución
organizada por el emperador oriental Juliano (361-363). Este emperador,
bautizado cristiano, abjuró de su fe y persiguió a los cristianos, por lo que
ha pasado a la historia como Juliano el Apóstata. Su persecución se hizo sentir
sobre todo en Egipto y Asia. El obispo de Alejandría, el gran San Atanasio,
debió exiliarse en esta persecución.
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