jueves, 17 de septiembre de 2015

la vida don de Dios



La vida Don de Dios que hay que cuidar y respetar
LA VIDA HUMANA
La vida humana es valiosa porque la vida e

s el fundamento de todos los valores.  Mientras vivimos podemos seguir esforzándonos por ser mejores y lograr la felicidad.  Pero solo podemos llegar a ser felices en la medida que nos empeñamos en hacer felices a los demás, puestos que somos responsables no sólo de nuestra realización personal: también nos debemos preocupar los unos de los otros.  De esta manera vivir humanamente es con-vivir.  La vida humana deber ser, por tanto respetada incondicionalmente.

Es muy fácil darnos cuenta de que estamos vivos.  Pero si nos preguntan ¿Qué es la vida? Sentiremos lo difícil que es la respuesta si queremos formular una definición.  No podemos definir la vida pero sí la podemos describir a partir de unas características fundamentales.  Así, hemos aprendido en la escuela que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren.
Se puede decir entonces que la vida es un:
Proceso, una sucesión progresiva de etapas
Intrínseco, porque “vivir es auto poseerse”, es manejarse desde dentro.
De crecimiento, porque todo ser tiende a su propia perfección, a su máxima realización posible (madurez, adultez).

Este proceso intrínseco de crecimiento corresponde a todo ser vivo.  Nadie nace adulto.  En el interior de cada ser vivo (según su naturaleza) existe la información suficiente que lo posibilita llegar a la madurez.

En el ser humano ocurre lo mismo que en los demás seres vivos porque nuestra vida también es un proceso de crecimiento o maduración.  Ahora, si a partir de lo que tenemos en común con los demás seres vivos nos preguntamos ¿qué es lo que hace que nuestro vivir sea propiamente humano?, la respuesta podemos encontrarla en “lo intrínseco”: a diferencia de todas las demás especies –que están programadas genéticamente- el ser humano maneja autónomamente su propio crecimiento.  Es decir, el ser humano está capacitado por naturaleza para hacerse cargo de su propia realización personal.

Al hablar de naturaleza nos referimos a que el ser humano está dotado de inteligencia y de voluntad; así puede darse cuenta que debe dar cuenta de su vida.  La inteligencia le permite conocer la realidad: la voluntad, valorarla y desearla como buena, es decir, en cuanto que le ayuda a seguir perfeccionándose.

Tanto el modo de manejar la vida (responsabilidad) como la meta a la que aspiramos (felicidad) expresan lo propiamente humano de la vida humana.   Es fácil darnos cuenta que todo lo que hacemos o dejamos de hacer está relacionado –conscientemente o no- con el deseo más profundo que hay en todo ser humano: queremos ser felices.  No podemos no querer ser felices, estamos como ligados a este destino de plena realización que llamamos felicidad.  Allí se funda la exigencia moral: estamos obligados a optar siempre por el mayor bien posible, esto es, a actuar de manera que nos humanicemos cada vez más.

Vivir es algo serio porque Dios nos ha hecho en serio y no en serie: cada ser humano es único e irrepetible, capacitado para optar por el sentido y la orientación de su vida, de modo que pueda ser feliz.  Para el crecimiento humano no hay “moldes” prefijados, cada cual debe moldear su vida con creatividad, en obediencia al querer de Dios Creador.  Dios es el Bien supremo y el Fin último de nuestra existencia.  Todos los demás bienes serán siempre relativos.  Pero sólo al final de la vida estaremos ante el Bien Supremo; en lo cotidiano lo que hacemos es elegir entre unos y otros bienes, optando siempre por lo mejor posible.  En términos cristianos, la plenitud hacia la que debemos avanzar es la plena comunión con Dios y con nuestro prójimo en Dios.  Nuestra plenitud humana es la santidad.

2.         LA INVIOLABILIDAD DE LA VIDA HUMANA


La inviolabilidad de la vida en la tradición de la Iglesia.

En la reflexión católica sobre la inviolabilidad de la vida humana encontramos dos corrientes: la escotista y la tomista.  Difieren en la interpretación del precepto bíblico “no matarás” (Ex. 20, 13; Dt. 5,17).
Escoto entiende que el precepto “no matarás” prohíbe absolutamente toda occisión voluntaria de un hombre, sea justo o malhechor; solamente se hace legítima la muerte de un malhechor o de un inocente mediante una dispensa formal de Dios.

En cambio, la corriente tomista admite un “sobreentendido” en el precepto: “no matarás a los inocentes” (Dn 13,53 “No matarás al inocente y al justo”).  Lo que Dios únicamente prohíbe es la occisión injusta de un hombre (esto es el homicidio).
“La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta “la acción creadora de Dios” y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin.  Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nacido, en ninguna circunstancia, pude atribuirse el derecho de matar de modo recto a un ser humano inocente”
La moral católica ha subrayado fuertemente el valor de la vida humana.  Las razones que justifican el valor ético y que condenan todo atentado contra la vida se agrupan en torno a tres núcleos:
§     La vida humana es un bien personal: quitarse la vida o quitar la vida a otro es ofender la caridad.  Santo Tomás señala que todo ser se ama naturalmente en la existencia y resista cuanto sea capaz a todo lo que podría destruirle.
§     La vida humana es un bien de la comunidad: atentar contra la propia vida o contra la vida de un semejante supone una ofensa a la justicia.  Reduciendo el argumento a la realidad del suicidio: “cada parte, en cuanto tal, es algo del todo: y un hombre cualquiera es parte de la comunidad y, por lo tanto, todo lo que él es pertenece a la sociedad; luego, el que se suicida hace injuria a la comunidad. (Santo Tomás).
§     La vida humana es un don recibido de Dios y que a Dios pertenece: disponer de la vida humana, propia o ajena, es usurpar un derecho que sólo a Dios pertenece.  En la reflexión teológica se interpretaba  el precepto “no matarás” como expresión del derecho de Dios sobre la vida humana; por otro lado, la expresión de que Dios es el “dueño” de la vida y el hombre sólo un “administrador” es una verdad básica para la moral católica.
Cada uno es responsable de su vida delante de Dios que se le ha dado.  El sigue siendo el soberano Dueño.  Nosotros estamos obligados a recibirla y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas.  Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado.  No disponemos de ella[1].

3.         ENCICLICA EVANGELIUM VITAE
El tema de la encíclica de S.S. Juan Pablo II: Evangelium Vitae (El Evangelio de la Vida) es el  valor y el carácter inviolable de la vida humana.  Es una defensa de la vida humana en todos sus aspectos. Confirma que todo ser humano tiene un valor intrínseco e inviolable.
El cual comienza con estas palabras: "El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas" (E. V. 1).
Estamos en una crisis que afecta la dignidad humana y sus derechos. Es un conflicto entre la "cultura de la muerte" y la "cultura de la vida". Jesucristo llama a todos a escoger la vida sobre la muerte.
La vida humana es sagrada e inviolable:
"La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta "la acción creadora de Dios" y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde el comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente" (53).
"Jesús dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás... (Mt. 19, 18)" (52).
"Pediré cuentas de la vida del hombre al hombre, cf. Gn  9, 5: la vida humana es sagrada e inviolable" (52).

Presenta las raíces de la violencia contra la vida basándose en la historia del Génesis (Biblia):

Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató.
- El Señor le dijo a Caín: "¿Dónde está tu hermano Abel?"
Contestó: "No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?"
Advierte sobre la "tendencia, cada vez más frecuente, de interpretar estos delitos contra la vida como legítimas expresiones de la libertad individual, que deben reconocerse y ser protegidas como verdaderos y propios derechos" (18).

Esta distorsión lleva a muchos errores modernos:
- "El concepto de libertad que exalta de modo absoluto al individuo, y no lo dispone a la solidaridad, a la plena acogida y al servicio del otro. Si es cierto que, a veces, la eliminación de la vida naciente o terminal se enmascara también bajo una forma malentendida de altruismo y piedad humana, no se puede negar que semejante cultura de muerte, en su conjunto, manifiesta una visión de la libertad de los 'más fuertes' contra los débiles destinados a sucumbir" (19).
- El estado ha abdicado su función primordial como protector del derecho a la vida. Se ha convertido en protector del aborto, el infanticidio y la eutanasia.
- Un círculo vicioso: "Perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, su dignidad y su vida" (21).

Este eclipse del sentido de Dios y del hombre lleva a:
- el materialismo y el hedonismo (23)
- la negación del valor del sufrimiento
- la despersonalización y explotación de la sexualidad humana
- el empobrecimiento de las relaciones interpersonales
- el eclipse de la conciencia moral de las personas y de la sociedad, la confusión entre lo que es bueno y lo que es malo.
Una defensa contra todas las amenazas a la vida humana:

La Encíclica no se limita a defender la vida contra el aborto y la eutanasia:
Ø       Pena de Muerte: "La medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo, salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes" (56).
Ø       Personas inocentes: "Confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral" (57).
Ø       Aborto: "Ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento" (58).
Todos están llamados a una mayor responsabilidad en la protección de la vida humana: madres y padres, la familia y las amistades, doctores y enfermeras, legisladores, instituciones internacionales.
Dice el Santo Padre: "Declaro que el abono directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios".
Ø       Embriones humanos: "El uso de embriones o fetos humanos como objeto de experimentación constituye un delito en consideración a su dignidad de seres humanos, que tienen derecho al mismo respeto debido al niño ya nacido y a toda persona" (63).
Ø       Eutanasia: Por eutanasia se "debe entender una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor" (65).
"Confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana" (65).
Ø       Suicidio: "El suicidio es siempre moralmente inaceptable, al igual que el homicidio" (66).
"El suicidio, bajo el punto de vista objetivo, es un acto gravemente inmoral, porque comporta el rechazo del amor a sí mismo y la renuncia a los deberes de justicia y de caridad para con el prójimo, para con las distintas comunidades de las que se forma parte y para la sociedad en general" (66).

La ley de Dios está por encima de las leyes de los hombres:
"Es cierto que en la historia se han cometido crímenes en nombre de la verdad. Pero crímenes no menos graves y radicales se han cometido y se siguen cometiendo también en nombre del relativismo ético. Cuando una mayoría parlamentaria o social decreta la legitimidad de la eliminación de la vida aún no nacida, inclusive con ciertas condiciones, ¿acaso no adopta una decisión tiránica, respecto al ser humano más débil e indefenso"? (70)
"¿Acaso los crímenes dejarán de serlo si, en vez de haber sido cometidos por tiranos sin escrúpulo, hubieran estado legitimizados por el consenso popular?" (70)
"En la base de estos valores no pueden estar las provisionales o volubles mayorías de opinión, sino sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva" (70).
"Las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eutanasia se oponen radicalmente no sólo al bien del individuo, sino también al bien común y, por consiguiente, están privadas totalmente de auténtica validez jurídica" (72).
"El aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia" (73).  
-       Este Evangelio (buena noticia) no es sólo la enseñanza personal del Papa o de la Iglesia. Es de origen divino. La Iglesia desde el principio lo ha anunciado. Dios nos ordena:
"No matarás".

La Encíclica defiende la auténtica libertad del hombre:
- "El hombre, a diferencia de los animales y de las cosas, no puede ser sometido al dominio de nadie" (19).
- "Nuestras ciudades corren el riesgo de pasar de ser sociedades de convivientes a sociedades de excluidos, marginados, rechazados y eliminados" (18).

Hay signos esperanzadores de amor a la vida en el mundo:
- amor a los niños
- grupos que defienden la vida
- familias que se abren a la adopción
- oposición a la pena de muerte
- atención a la ecología

Nos ofrece esperanza:
"El Evangelio de la Vida es una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús" (29).
"También hoy, dirigiendo la mirada a Aquél que traspasaron, todo hombre amenazado en su existencia encuentra esperanza segura de liberación y redención" (50).
María es la mujer que nos da el mejor ejemplo de cómo acoger la vida.
A las mujeres que han tenido un aborto el Santo Padre les dice que él comprende su dolor y su corazón herido. Las invita al arrepentimiento, a la reconciliación, y a la esperanza. Las invita también a ser las más elocuentes defensoras de todo derecho a la vida (99).
Nos invita a todos a celebrar la vida y a defenderla. Nos llama a la oración y el ayuno como medios eficaces para ayudar a realizar los designios de Dios. »






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